sábado, mayo 06, 2006

El territorio valenciano como activo


El territorio valenciano como activo
Artículo publicado en el diario Información


He releído de la hemeroteca de Información un agudo artículo de su Director “Lo que queda de California” que me ha inspirado a la hora de hacer algunas modestas reflexiones sobre el tema, quizás con el ánimo de recuperar un debate necesario.

Hace veinticinco años la entonces Caja de Ahorros de Valencia llevó a cabo numerosos estudios para la ordenación territorial de la Comunidad Valenciana (*). A finales de los años setenta y principios de los ochenta eran considerados de referencia dentro de las iniciativas de planificación territorial que se realizaban en España. Desde una perspectiva actual, su aportación más valiosa fue el enorme acopio de información local y regional que se explotó para conocer e interpretar las principales claves del desarrollo territorial valenciano y, sobretodo, la clara determinación de considerar a este como un “gran activo” del crecimiento económico regional.

Desde entonces el territorio valenciano ha estado sometido a potentes cambios y tensiones producto de la dinámica de fuerte expansión poblacional, turística y económica en general. Hoy es obvio que el análisis de estos cambios no puede conducir a un diagnóstico complaciente, mucho menos triunfalista, aunque la economía valenciana ofrezca un balance muy satisfactorio en términos de crecimiento económico.

El balance territorial, la situación actual y el territorio nuevamente como activo

No faltaban razones, hace un cuarto de siglo, para considerar al territorio valenciano como un importante activo a la hora de favorecer el crecimiento económico. Recordemos que se mencionaban aspectos tales como su posición estratégica en el denominado arco mediterráneo español, su equilibrio territorial, la conformación del eje litoral y el contrapeso industrial del interior, la complementariedad entre el crecimiento industrial y residencial (especialmente el modelo alicantino), entre otros aspectos. California o no, su desarrollo posterior viene a confirmar muchas de las consideraciones allí realizadas.

Cierto es que algunos de los factores de equilibrio han sido claramente desbordados por la propia dinámica del crecimiento experimentado y por sus numerosas insuficiencias: la falta de alternativas para afrontar la crisis de la industria tradicional, la carencia de un modelo de referencia a la hora de fijar metas y límites razonables en el litoral valenciano, el estrangulamiento propiciado por la escasez de recursos básicos como el agua, la nulidad de su apuesta por la economía del conocimiento, entre otros.

Aun así, y con todas las restricciones o hipotecas hoy existentes, sigue mereciendo la pena considerar al territorio valenciano como un gran activo de cara al futuro. Esto es, partir del valor del territorio, de la estrategia territorial para maximizar su potencial de crecimiento urbanístico, sin infravalorar las alternativas sectoriales a la construcción para los próximos años.

Ya he sostenido en artículos anteriores que los países o regiones que han maximizado su expansión en los últimos años impulsan actividades intensivas en conocimiento. Eso es una realidad cada vez más incuestionable a la hora de analizar las experiencias internacionales más recientes, sean realidades tan distintas como las de Estados Unidos, la India, Corea o Irlanda.

La compatibilidad entre el ocio y la economía del conocimiento

El espacio valenciano sigue teniendo un enorme potencial a la hora de proporcionar respuestas a la economía del conocimiento. Diría que pese al énfasis en una vía muy sesgada hacia la demanda inmobiliaria o el ocio, su compatibilidad con los denominados hoy espacios inteligentes o espacios para la economía creativa, sigue siendo alta si se tomaran las iniciativas necesarias.

No hay ninguna incompatibilidad entre el ocio y la economía creativa. En California conviven sin problemas Disney y el Silicon Valley. Su territorio es uno de los espacios más atractivos para residir o para hacer turismo, pero no por ello las autoridades han despreciado las enormes oportunidades que en todo momento les brindaba la economía del conocimiento. El Silicon Valley y “anexos” han anticipado al resto del mundo las olas tecnológicas de los circuitos integrados, el PC, el software, internet, ahora la nanotecnología, etc. Obviamente hay diferencias entre Carmel, Palo Alto, Los Ángeles o San Francisco, por citar algunos lugares muy conocidos. En cada uno de estos ámbitos se han desarrollado actividades con orientaciones muy diferentes, pero en ningún modo incompatibles.

El sistema universitario de California tiene sus peculiaridades propias que no vienen al caso, pero desde el California Institute of Technology, Stanford, UCLA, Berkeley, San Diego, Santa Barbara, Southern California, Irvine... todas las universidades han sido “exprimidas” por la iniciativa pública y privada a la hora de potenciar la economía del conocimiento en sus diferentes vertientes. Las inversiones públicas para favorecer las economía del conocimiento han sido muy rentables. El ocio y su infraestructura se ha dejado mayoritariamente a la inversión privada. Por ejemplo, el Estado de California apoya e incentiva las inversiones en nanotecnología, biotecnología, infotecnología... El resultado es que un sistema así propicia que, por ejemplo, dos estudiantes de informática creen una empresa como Google, entre otras muchas spin off y start up que surgen continuamente.

El Parque Industrial de Elche

A largo plazo el mercado pone de relieve la rentabilidad de este tipo de inversiones. En España las apuestas públicas para favorecer la economía del ocio generalmente no han sido respaldadas por el mercado. Este, en cambio, ha favorecido, en la propia Comunidad Valenciana y en plena efervescencia inmobiliaria, iniciativas de éxito como el Parque Industrial de Elche, un ejemplo muy significativo de lo que demandan hoy las empresas más competitivas e innovadoras de nuestro propio tejido industrial.

En resumen, sostendría que a la luz de la experiencia internacional y española, la rentabilidad de las apuestas en “territorios inteligentes” o espacios que favorezcan la economía creativa, la innovación, es mucho mayor para la economía en su conjunto que las apuestas oficiales por la economía del ocio.

De ahí que me quede con el final del artículo de Juan Ramón Gil cuando menciona que la “fiebre californiana” en Alicante hizo reflexionar sobre el futuro de Alicante, echando de menos el interés por el necesario debate entre agentes sociales. Efectivamente, hay que desear que la expansión inmobiliaria no secuestre un debate importante para el futuro de Alicante.


Andrés Pedreño Muñoz
Universidad de Alicante

Publicado en el diario Información 7-5-2006. Verlo en dossier de prensa UA.

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