sábado, enero 10, 2009

Globalización y sociedad del conocimiento

Globalización y sociedad del conocimiento
Este es un borrador-resumen del articulo publicado en el libro "Globalización en el siglo XXI: retos y dilemas". Para su versión íntegra consultar el citado libro.

Andrés Pedreño Muñoz


Resumen

En el presente artículo se abordan algunas reflexiones sobre las exigencias de la globalización en el marco del creciente avance de la sociedad del conocimiento en la mayor parte de los países. Se pone especial énfasis en algunas implicaciones de las “olas tecnológicas” más recientes (y futuras), así como en la necesidad de llevar a cabo políticas activas que favorezcan el desarrollo de una sociedad del conocimiento global, en la que las empresas locales puedan maximizar los beneficios derivados de la globalización y del propio conocimiento. Por último, se llama la atención sobre las limitaciones inherentes a determinados procesos de reformas, en relación con la entidad y la velocidad de los cambios que tienen lugar a través de internet en nuestro entorno global.


I. INTRODUCCIÓN. GLOBALIZACIÓN Y CONOCIMIENTO

Globalización y sociedad del conocimiento son los dos ejes estratégicos del siglo XXI, Ambos han conformado en las últimas décadas un marco que explica en buena parte el crecimiento económico y el progreso en general. Constituye una tarea prioritaria para estudiosos y analistas comprender mejor ambos fenómenos y tratar de explotar sus ventajas para empresas y países.

A las puertas de una crisis financiera que implica de lleno a la propia globalización en su origen, desarrollo, extensión, impactos, etc. es, sin embargo, difícil pensar que cualquier suerte de respuesta pueda llevarnos a procesos de involución proteccionista o incluso a análisis que menoscaben sus avances.

La globalización no solo en un mero concurso de intereses. La mayor parte de los países de economías avanzadas y emergentes identifican unas ventajas irrenunciables, en un modelo que, pese a los contratiempos (ciclos, coyunturas, brechas, desequilibrios…) ha propiciado periodos de notable estabilidad y crecimiento en las últimas décadas. Desde esta perspectiva, países tan diferentes como Irlanda, Finlandia, Corea, China, Brasil, Reino Unido, Estados Unidos, España, Australia, India… presentan un balance favorable, aunque con resultados desiguales dentro de lo que podríamos evaluar como mayor o menor eficiencia en sus estrategias para maximizar las ventajas de la globalización, desde perspectivas bien distintas.

Sin dejar de lado disquisiciones sobre si la globalización es un proceso autónomo histórico o un orden espontáneo lo cierto es que hay un conjunto de problemas o retos que exigen ser contemplados desde una perspectiva global. No solo los problemas derivados de un nuevo orden económico internacional y que reclaman urgente atención (finanzas, comercio, libre movilidad de personas, recursos naturales…), sino también cuestiones relativas al medio ambiente, al cambio climático, al multiculturalismo…

Es tal la entidad de los problemas globales de nuestro tiempo que casi no hay lugar para una “agenda nacional o local” en la búsqueda de soluciones efectivas. Pese a muchas limitaciones y diversos problemas ligados a la globalización, es difícil imaginarse un marco económico diferente que pueda con eficiencia abordar los problemas a los que se enfrenta nuestro tiempo. Pese a los detractores y críticos hay que admitir que el peso de los argumentos a favor de la globalización es cada vez más importante y que nuestro actual modelo –pese a convulsiones de la entidad de la actual crisis financiera– resulta bastante “desmontable”.

La globalización, no obstante, se enfrenta a problemas históricos y actuales muy relevantes. Desde la restricciones al crecimiento sostenible a la escasez de ciertos recursos básicos o la desigualdad. Es precisamente la sociedad del conocimiento la que puede aportar las soluciones a este tipo de problemas, caracterizados por su complejidad y dificultad de respuesta. Al respecto, haremos mención a algunas de estas cuestiones más adelante.

Internet configura una antesala de la sociedad del conocimiento a través de la información, y su implantación e idea conceptual es en sí misma global. Actualmente es ya un fenómeno de masas llamado a estructurar –aun más– la forma en la que ya actualmente producimos, compramos, trabajamos, nos organizamos y relacionamos. Se podría decir incluso que cambiará progresivamente cada vez más la forma en la que vivimos (trabajo, negocios, ocio, comunicación… ). Internet es una dimensión más de la globalización, pero al mismo tiempo la define, la proyecta y le confiere una dimensión casi inimaginable hace tan solo una década.

Avanzar en un concepto positivo de globalización, apoyado en las potencialidades de la sociedad de la información y del conocimiento, es uno de los retos más apasionantes para los ciudadanos las empresas, las ciudades, las regiones, los países… En el presente artículo se pretenden abordar algunas reflexiones y “buenas prácticas” que podrían ser caracterizadas como tales a la luz de las muchas iniciativas que tienen lugar en el mundo y reflejadas a través de internet.


II. LA GLOBALIZACIÓN Y LA VELOCIDAD DE LOS CAMBIOS: EL IMPACTO EN LAS EMPRESAS Y EL PAPEL DE LOS GOBIERNOS

Los cambios que emanan de la globalización son mucho más rápidos de lo que son capaces de percibir los ciudadanos y los países. Y es porque una gran parte de los mencionados cambios ocurren en el ámbito de las empresas, llamadas a ser grandes protagonistas e impulsoras de transformaciones de todo tipo. La globalización está imponiendo una nueva escala y una nueva filosofía empresarial, así como la necesidad de desarrollar nuevos enfoques e ideas para sobrevivir en un marco competitivo cada vez más exigente. Ser empresario o gestor de empresas en nuestros días requiere de habilidades, actitudes, conocimientos y formas de pensar bastante diferentes a las culturas empresariales predominantes hace muy pocas décadas.

Algunas industrias tradicionales han debido redimensionar su tamaño, la escala de las operaciones, su tecnología, su logística… de forma que los pequeños negocios tradicionales característicos de estos sectores carecen de viabilidad fuera de determinados parámetros. La dimensión y la escala operativa han pasado a formar parte de una nueva cultura empresarial, con implicaciones relevantes para lo local y con metodologías de gestión cada vez más sofisticadas e innovadoras.

Al incrementar la escala global operativa hay una mayor exigencia en términos de competitividad y se agigantan los problemas derivados de enfrentarse a situaciones complejas (mercados bien distintos, prácticas de competencia desconocidas… ). La empresa actual afronta un marco global donde la cultura empresarial y laboral procede de ámbitos geográficos muy diferentes. Ha pasado, en poco tiempo, de desenvolverse en mercados más o menos homogéneos a una situación caracterizada por una diversidad cultural no tan fácil de asimilar (empresas japonesas, chinas, indias, europeas, estadounidenses compitiendo por los mismos mercados… ).

Por otra parte, reiteradamente se ha venido insistiendo en el hecho de que el bajo coste de producción de algunos países emergentes impone duras exigencias de competitividad para los países avanzados. Es precisamente la sociedad del conocimiento una de las claves para dar respuestas a estas exigencias. El conocimiento no solo se ha convertido en una llave para ser más competitivo, es casi un recurso de supervivencia en el nuevo marco global.

Además cabría añadir un agravante para los países avanzados sobre los análisis que los economistas hemos venido formulando en nuestros análisis. Esto es, algunos países emergentes han ido tomado conciencia del valor del conocimiento para asegurar las altas tasas de crecimiento económico actuales a medio plazo, más allá de la duración temporal previsible de sus ventajas competitivas salariales. Estas apuestas de países como China, India, Rusia, Brasil… contribuyen a introducir mayor “estrés” en las empresas de los países avanzados, “condenados” a una única estrategia de éxito empresarial: liderar el conocimiento como input productivo y factor de competitividad por excelencia.

Desde que M. Porter defendió por los ochenta la idea de que la competitividad industrial y empresarial estaba basada en la capacidad de innovar, la filosofía de la innovación ha ido calando, más o menos eficazmente, entre la mayoría de las empresas y de los países de todo el mundo. La escala global en la que las empresas operan ha acentuado esta necesidad, más centrada en una “innovación competitiva” y necesariamente muy vinculada al conocimiento.

Ante la globalización, las nuevas estrategias de las empresas no se han agotado con iniciativas como la deslocalización, la segmentación de la producción o la propia internacionalización estratégica de las empresas. Hay cambios y formas de actuar que vienen dados por las nuevas herramientas que propicia el conocimiento. Internet por ejemplo, nos ha abierto una gran puerta a nuevas ideas y singulares oportunidades al proyectar una enorme información en todos los rincones.

Al respecto, cabe mencionar por ejemplo que hace muy pocos años la información restringida era poder. Hoy, internet y la sociedad de la información ponen en crisis este tipo de postulado. El caso del desarrollo de la industria del software, el “código abierto” frente al “código propietario”, pone en evidencia que compartir información y conocimiento puede ser una fuente de progreso extraordinaria. Hoy, el nuevo postulado de la moderna gestión del conocimiento sería: “el conocimiento que se comparte crece y mejora”. Pero la cuestión clave es ¿cómo pueden digerir las empresas esta nueva filosofía estando acostumbradas a sobrevivir con los viejos postulados?

El hecho es que cada vez resulta más difícil reservar y monopolizar información ante una red de usuarios mucho más organizada y dispuestos a intercambiar ideas, propuestas, hipótesis… Hay que advertir que la economía del conocimiento, probablemente acabe imponiendo nuevas reglas a las empresas y otras formas de actuación estratégica, alterando los tiempos y los enfoques que han persistido hasta hace poco.

De todo esto se deriva la necesidad de ser más activos a la hora de diseñar estrategias de crecimiento y competitividad para nuestras empresas. Los cambios son más veloces y de mayor entidad. Las exigencias de dar respuestas diligentes y eficientes a estos cambios se convierten en una necesidad vital para sobrevivir empresarialmente. Quizás las empresas necesiten ayudas, al margen de un no intervencionismo que se ha ido consolidando como dogma en las últimas décadas.

Y ¿cómo ayudar a las empresas? Pese a los avances de la globalización, la cultura empresarial se conforma todavía en gran medida dentro de cada país. Es en este ámbito donde pueden surgir señales más o menos acertadas o erróneas para administrar de forma eficiente los cambios a los que deben someterse las empresas.

Se debería insistir más en que es absolutamente prioritario y estratégico crear condiciones idóneas para que las empresas de un país puedan competir y sobrevivir en el exigente mundo global. Algunas de estas prácticas ya se llevan a cabo con mayor o menor fortuna: fomentar la cultura innovadora en las empresas, políticas que favorecen la internacionalización, incentivos para la introducción de las nuevas tecnologías, nuevas formas de captación de talento y de motivación, la cultura emprendedora… Pero la vía más sólida, a medio y largo plazo, es la apuesta por el conocimiento.

Aquí no todos los países avanzados son lo suficientemente diligentes y eficientes para trazar con eficacia un “plan de ruta” hacia la explotación productiva del conocimiento.

Evidentemente entre las fuertes rentas para la economía de un país de un crecimiento a corto plazo inducido por el sector inmobiliario (incluso de signo especulativo) y la incertidumbre de las apuestas por el capital riesgo en los sectores que protagonizan el conocimiento hay una tentación por dejarse llevar claramente por el primero y apostar marginalmente por el segundo.

En la última década un país como España ha tratado internet y las nuevas tecnologías de las comunicaciones como un sector no estratégico, pese a configurar una comunidad lingüística de más de cuatrocientos millones de personas, participar con altos costes en la burbuja tecnológica y plantear acertadamente algunos proyectos que bien gestionados podrían haber mantenido un cierto liderazgo internacional.

El Plan InfoXXI y las primeras ediciones del Plan Avanza se caracterizaron por su debilidad (e incluso torpeza), incapaces de dar respaldo a proyectos emergentes de bajo coste y ajenos a y superados por el desarrollo de la burbuja tecnológica, la cual crearía entre los inversores españoles una animadversión hacia lo tecnológico y un proclivismo hacia lo inmobiliario.

Así, en este contexto la fortaleza de la actividad constructora ahogaba cualquier reclamación hacia las nuevas tecnologías o punto de mira diferente que no fuera por el ladrillo. Internet adolece actualmente de una escasa capacidad de liderazgo internacional, incluso muchas empresas tradicionales españolas ven en internet una amenaza más que un espectro de buenas oportunidades.

Hoy además, con la crisis inmobiliaria en ciernes, España se enfrenta a la carencia de alternativas al sector inmobiliario en un momento en el que previamente al estallido de la crisis financiera se percibían síntomas de agotamiento del patrón de crecimiento de la economía española predominante en los últimos catorce años.

Abundando en esto, los economistas españoles han puesto de relieve la debilidad de la estructura de nuestras exportaciones, claramente afectadas en la dinámica de los últimos años por problemas de competividad. Profundizado en la citada estructura exportadora, destaca la débil exportación de bienes de alto contenido tecnológico y su evolución plana, sin crecimientos relativos importantes, algo que sin embargo, ha sido una característica de aquellos países avanzados que han experimentado altas tasas de crecimiento económico en las últimas décadas.

El escaso desarrollo de internet en términos relativos ha podido incidir en este estado de cosas. Aparte de los costes derivados de una escasa capacidad de explotación de este tipo de recursos por nuestras empresas.

Pero el problema hay que verlo desde una óptica aún mayor. En términos de coste de oportunidad no es lo mismo invertir obsesivamente, por ejemplo, en infraestructuras que en ciencia y tecnología. Aunque los avances en la productividad se venfavorecidos significativamente con el desarrollo de infraestructuras de comunicación, algunas de las últimas inversiones obedecen más a motivos políticos que a demandas de tipo económico. El alto coste de este tipo de infraestructuras ha estado bien motivado en muchos casos para incrementar la viabilidad y el valor de proyectos inmobiliarios. A largo plazo, sin embargo, todavía está por evaluar el coste derivado de unas políticas anquilosadas a favor de la sociedad del conocimiento.

Es significativo que algunos países de Asia hayan invertido su montante de inversiones a favor del la ciencia y tecnología y en detrimento de las infraestructuras, pese a no tener todavía la cantidad de una base de desarrollo infraestructural equiparable a la de otros países avanzados. Al respecto, algunos países emergentes perciben con claridad que la productividad y la competitividad cada vez van más de la mano del conocimiento, como resaltan acertadamente ciertos autores, como Joseph Stiglitz.

El camino al conocimiento no está exento de complejas dificultades o, incluso, de tentaciones. Es más fácil hacer aeropuertos, autopistas o trenes de alta velocidad que parques científicos o tecnológicos. Para algunos gobiernos regionales es más fácil apostar y diseñar e invertir grandes cantidades de dinero público en parques temáticos de ocio, obras faraónicas de arquitectura o eventos de élite deportiva que mejorar los recursos dirigidos a la educación y al desarrollo o la atracción del talento. Incluso no hay una clara apuesta estatal de entidad, motivadora y capaz de generar sinergias universidades, empresas, etc.

Por último, las reformas y regulaciones también corren una suerte parecida. La capacidad de las universidades de dar respuestas a la sociedad quizás era suficiente o correcta hace tan solo una década, pero algo muy distinto es su capacidad para adaptarse a los retos derivados de los mencionados cambios, en especial aquellos que ocurren a gran velocidad.

En cualquier caso es un hecho que la economía española se enfrenta a un inevitable y relevante cambio estructural teniendo como horizonte la economía del conocimiento. Este cambio deberán protagonizarlo las empresas, pero ayudadas e incentivadas por las administraciones públicas.


III. GLOBALIZACIÓN, OLAS TECNOLÓGICAS E INTERNET

En las últimas décadas el papel del conocimiento y la innovación tecnológica se extiende por la totalidad de sectores y la mayoría de las zonas geográficas del planeta. Silicon Valley ha venido anticipando algunas olas (u ondas en sentido más clásico ) de forma anticipada, de manera que ha protagonizado avances relevantes con importante impacto en los sistemas productivos. El gráfico de más abajo es muy ilustrativo.

Los avances ligados a los circuitos integrados, los ordenadores personales, el software, y más recientemente internet, han protagonizado unos impactos muy relevantes en aquellas economías que han sabido posicionarse estratégicamente en estos sectores. Las últimas etapas propiciaron durante la etapa de Clinton uno de los periodos más estables de crecimiento económico estable en Estados Unidos. Otros países como Irlanda, Corea, India –parcialmente–, incluso Estados Unidos –a pesar del posterior "shock Bush"– nos están dando pistas del valor de saber aprovechar eficientemente una ola tecnológica específica.




La secuencia y desarrollo de las diferentes olas es interesante, de acuerdo con gráfico. Cada ola, presenta una gestación lenta en sus inicios, seguida de una etapa de rápida expansión y otra de un cierto agotamiento. Pero lo más interesante es que cada una de estas etapas ha engendrado un nuevo salto tecnológico más potente, con el inicio y desarrollo de las sucesivas olas descritas.

¿Pueden anticiparse estas olas tecnológicas? ¿Pueden los países posicionarse y sacar partido a la tipología de estos saltos tecnológicos apostando en las bases que los hacen posible? Sin duda, son preguntas relevantes, puesto que estamos hablando de sectores cuyo crecimiento y desarrollo están basados cada vez más en el conocimiento. Pero en cualquier caso, se percibe el gran papel que el conocimiento ha tenido el desarrollo de este patrón de crecimiento económico.

Algunos especialistas en prospectiva vienen insistiendo en el impacto potencial que las próximas olas tecnológicas tendrán en la economía mundial. Estas predicciones, de acuerdo con las tendencias observadas en Silicon Valley y otros entornos tecnológicos avanzados, han venido identificando la confluencia entre la biotecnología, la infotecnología y la nanotecnología como germen de la futura ola tecnológica a escala global. Más recientemente el peso de la nanotecnología y sus potencialidades parece absorber un protagonismo creciente sobre la biotecnología y la propia infotecnología.

Charles Vest aventuró a finales de los noventa que con la nanotecnología se produciría una segunda revolución industrial en todos los países. La entidad de la revolución nanotecnológica podría desbordar todas nuestras previsiones (recomiendo la lectura del artículo de Mike Treder en este mismo volumen) y ser un índice tanto de la velocidad como de la entidad de los cambios que venimos mencionando, algo que los economistas no estamos considerando adecuadamente en nuestros modelos y herramientas de análisis, más orientados a recrearse en el pasado que a intentar desvelar claves decisivas para la inversión, el crecimiento y el empleo ligadas a opciones de futuro.

¿Qué implicaciones tienen estas ondas tecnológicas y particularmente la ola nanotecnológica? ¿Qué tipo de consecuencias deberían sacar las empresas y los países?

El Presidente del Consejo de Asesores para Ciencia y Tecnología de los Estados Unidos los resumió muy acertadamente hace un par de años con la siguiente frase:

"La civilización está en el umbral de un nuevo orden industrial. Los grandes ganadores en la lucha global por el cada vez más duro liderazgo no serán aquellos que simplemente fabriquen bienes más rápido y más barato que la competencia. Serán aquellos que desarrollen talento, técnicas y herramientas tan avanzados que no exista competencia para ellos. Esto significa asegurar un liderazgo incuestionable en nanotecnología, biotecnología, ciencias de la información e ingeniería. Y significa la actualización y la protección de las inversiones que nos han dado nuestro liderazgo nacional y nuestro insuperable nivel de vida”.


Sin adentrarnos en el futuro (próximas ondas tecnológicas como la nanotecnología), cabe preguntarse si una ola ya “madura” como la de internet ha sido suficientemente aprovechada en un país como España. Cabe reflexionar al respecto si especialmente en un marco internacional donde la extensión lingüística del español en el mundo nos confería una clara ventaja frente a otros países europeos (Alemania, Francia, Italia…) la opción de internet ha sido claramente desaprovechada. De aquí podrían deducirse algunas consecuencias sobre nuestra capacidad de asimilar y sacar ventajas en el marco de la economía del conocimiento y, en concreto, de otras olas tecnológicas venideras.

A veces e surgen dudas de si somos conscientes del limitado desarrollo de la ola de internet en España. En mi opinión no es buen ejemplo de aprovechamiento y posicionamiento en el ámbito de la globalización que vivimos o de políticas específicas ligadas a un sector de conocimiento.

Ya hemos señalado que actividades tradicionales como la construcción y el sector inmobiliario han desplazado a cualquier apuesta relevante en el sector de la sociedad de la información que mirara un poco más allá de nuestras fronteras. Apenas hemos desarrollado una oferta de internet local equiparable a países de nuestro entorno.

¿En qué se han traducido en la práctica estas carencias? Más bien han predominado discursos triunfalistas derivados de nuestro crecimiento internacional en términos relativos. Quizás con la actual crisis empecemos a ser más conscientes de las debilidades de nuestro crecimiento económico y nuestra escasa preparación para participar de forma relevante en sectores ligados al conocimiento.

Al respecto, la insuficiencia de políticas activas relevantes para el desarrollo de la sociedad de la información fue seguida de una estructura inadecuada de políticas a favor del desarrollo de la misma, de la carencia de talentos suficientes y de un tejido productivo ajeno a la cultura tecnológica en cuestión. Como resultado de esto nuestro país adoleció de algunos efectos negativos relevantes:

a) Como ya he citado, durante los últimos diez años España ha estado en la cola de los indicadores europeos de desarrollo de la sociedad de la información e implantación de internet.
b) Las cuantiosas inversiones empresariales de los primeros años (banca, operadores, empresas eléctricas, etc.) se resolvieron en el estallido de una burbuja sin apenas supervivientes de éxito y con graves pérdidas (y negocios desastrosos en algún caso). En otros países la burbuja dio paso a un enfoque de internet que hoy empieza a cosechar sus primeros resultados.
c) Retraso relativo en el desarrollo o intensidad de uso de internet en sectores estratégicos (publicidad contextual y online, vuelos baratos, turismo, hoteles, agencias, banca electrónica…).
d) Inexistencia de proyectos globales (al menos de ámbito lingüístico) con el aprovechamiento del potencial lingüístico) y dependencia de los grandes proyectos anglosajones.


IV. HACIA UNA ESTRATEGIA PARA EL DESARROLLO DE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Definir una estrategia para el desarrollo de la sociedad del conocimiento parecería decisivo para las empresas y los países, a la luz de las exigencias de la globalización ya mencionadas y el agotamiento del modelo de crecimiento, como en el caso de España actualmente.

Cada vez es más evidente que la sociedad del conocimiento representa la etapa más avanzada del proceso de transformaciones significativas impulsadas por la globalización en las últimas décadas del siglo XX y, en conjunto con la mundialización de la economía, de los mercados, la globalización de los negocios y de la política se configura un nuevo entorno económico para el presente siglo.

Por una parte, los países deben aspirar a participar de forma relevante en los sectores estratégicos de futuro, fomentando el desarrollo de una estructura productiva capaz de generar un alto valor añadido, empleo cualificado y una base exportadora de bienes de alto contenido tecnológico. No hay dudas de que el camino para un crecimiento más sólido en el entorno de los países más avanzados pasa por las consideraciones que se hacían al principio de este artículo.

Por otra, como se ha insistido hasta la saciedad, el desarrollo de sectores como el de nuevas tecnologías llevan consigo el avance de mejoras relevantes en el tejido productivo de un país, incluidas las empresas de los sectores tradicionales existentes a las que incorpora relevantes mejoras de productividad y competitividad.

Casi cabría hablar a medio y largo plazo de una “economía global del conocimiento”. Al respecto, existe una extendida opinión entre instituciones internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), sobre las tendencias de cambio en los sistemas económicos actuales hacia una “economía global de conocimiento”. El antecedente más claro, citado con reiteración y ya mencionado con anterioridad, ha sido el derivado de los avances en las tecnologías de la comunicación. Su efecto más inmediato con una generalizada caída de costes y un incremento decisivo en la eficiencia de trasmisión, recogida y análisis de la información ha propiciado una creciente toma de conciencia popular sobre el valor del conocimiento.

Se ha asumido, al menos en teoría, la doctrina de que el conocimiento y la capacidad de innovar es un determinante de la riqueza de los países y la base de generación de ventajas comparativas. Desde este punto de vista el conocimiento sería el medio fundamental para optimizar la eficiencia de producción y los procesos de distribución, mejorando la calidad y la cantidad de productos, aumentando la elección de productos y de servicios para consumidores y productores. El conocimiento como input y output surgiría, en teoría insisto, como una baza decisiva para las próximas décadas.

Los recursos o políticas para propiciar la economía del conocimiento cada vez están más nítidamente identificados: empresarios y gestores con mentalidad global y formación tecnológica y universitaria, trabajadores fuertemente cualificados en tecnología, movilidad internacional, capacidad de atracción y de relación con empresas internacionales de alta tecnología y especializadas en conocimiento, desarrollo de una cultura de la innovación competitiva internacionalmente, soportes externos a las empresas del sistema de ciencia y tecnología, masa crítica y clusters tecnológicos relevantes en sectores de futuro, entre otros recursos.

Sin embargo, en la práctica, los países no tienen tan fácil la tarea de transformar y realizar ciertos cambios estructurales imprescindibles para caminar con solidez hacia el nuevo modelo económico global del conocimiento.

Estas dificultades se dejan ver por ejemplo en la fijación y articulación de prioridades de políticas nacionales en los ámbitos de ciencia investigación y educación. Las mismas son decisivas para convertir el conocimiento en un instrumento fundamental para el crecimiento y la competitividad. Pero la generación, adquisición, difusión, y explotación del conocimiento como estrategia relevante de la política económica cae en las trampas institucionales del propio sistema.

Esto último va propiciando que haya cada vez más diferencias relevantes entre países e intensidades y resultados diferentes, apreciables a la hora de ejecutar este tipo de políticas.

Pese a esto, pocos dudan ya de que hay políticas que pueden favorecer una economía del conocimiento en un país determinado. Concretamente hay dos esferas importantes de actuación, resaltadas reiteradamente por los especialistas:

- Mejorar el sistema educativo de un país y la formación de capital humano. No se trata únicamente de absorber recursos financieros en una cuantía equiparable a la de los países avanzados que lideran las olas tecnológicas que mencionábamos. Se trata de introducir los cambios y reformas necesarias que hagan posible la eficiencia del sistema educativo a la hora de responder a los retos de la sociedad del conocimiento. La baja calidad formativa en términos internacionales, la ínfima productividad de la actividad investigadora (medida en términos de patentes, índices de transferencia de tecnología, “emprendedurismo”, spin-offs etc.), la carencia de parques científicos de éxito relevante… no solo es producto de una carencia de recursos financieros en términos relativos, sino de la inexistencia de reformas que fomenten la propia competitividad del sistema educativo y destruyan los vicios relevantes que existen. Al respecto hay que poner en crisis incluso hasta los resultados que nos equiparan internacionalmente. Hay que tomar la mayor conciencia de que el sistema educativo español adolece de carencias relevantes en relación con las exigencias de la sociedad del conocimiento y las necesidades de las empresas.

- Capacidad para atraer capital humano e inversiones relacionadas con los sectores del conocimiento. ¿Cómo hacer que un país sea atractivo y eficiente a la hora de atraer de forma relevante talento y empresas avanzadas ligadas a sectores de futuro? No es un tema fácil, pero no parece que las políticas pasivas sean las más recomendables, ya que una parte de países se esfuerzan por plantear políticas activas y entornos competitivos. A modo de ejemplo, hay un conjunto de iniciativas que pueden identificarse como buenas prácticas en materia de este tipo de políticas. Por citar algunas:

o Un sistema de incentivos fiscales, facilidades e incentivos para la atracción de empresas de sectores estratégicos.
o Entornos y espacios competitivos de ámbito internacional para la atracción y ubicación de empresas avanzadas en ciencia y tecnología. Al respecto, una red de parques científicos y tecnológicos con los recursos, metodología y enfoque adecuado parecería absolutamente imprescindible.
o Fortalecer un sistema de ciudades competitivo dentro del entorno internacional con los servicios e infraestructuras de aquellos centros urbanos de referencia internacional.
o Mejorar la competitividad, la eficiencia y la capacidad de transferencia de tecnología en sectores específicos del sistema universitario, especialmente en su papel dinamizador de parques científicos, competitividad investigadora, spin-offs, etc.

Podría sostenerse que este tipo de políticas tienen un perfil “bajo” o insuficiente en aquellos países que, como España, sustentan su base económica en sectores como el inmobiliario.

Esto último entraña peligros, tal como muestra la historia reciente, desde Japón a Estados Unidos, pasando por algunos países europeos. Ya hemos subrayado que el crecimiento sostenido de la actividad inmobiliaria y sus relevantes efectos multiplicadores hacen menos prioritarias las apuestas para desarrollar la sociedad del conocimiento y la instrumentación del tipo de políticas que acabamos de mencionar más arriba. Pero ojala que su agotamiento actual propicie una vía alternativa fuertemente orientada al conocimiento.


V. UN CAMBIO FUNDAMENTAL: REFORMAS EN LOS SISTEMAS DE INVESTIGACIÓN UNIVERSITARIA

De lo expuesto anteriormente hay que llamar la atención sobre los cambios en el sistema universitario de investigación. Esto es especialmente relevante en países como España, donde un porcentaje muy elevado de la investigación total del país se lleva a cabo en el ámbito público universitario. Como decíamos anteriormente, estos cambios son complejos.

Cabría señalar que los retos de la investigación española deberían afrontarse desde una múltiple perspectiva:

• La transición o cambio desde sistemas de ciencia nacionales a redes científicas globales.
• La capitalización de conocimiento.
• La integración de la labor académica en la economía industrial y empresarial.
• Y la mayor participación de la inversión privada (universitaria y empresarial) en la propia producción de conocimiento y tecnología.

Algunos especialistas tienden a plantear estos objetivos de una forma más compleja de lo que en mi opinión el problema requiere y esto no ayuda a instrumentar medidas rápidas y eficaces para los objetivos propuestos.

En concreto, he defendido que desde una óptica descentralizada y con incentivos y desincentivos relevantes sobre unos objetivos ambiciosos claramente definidos, las instituciones universitarias pueden diseñar modelos de actuación basados en casos de éxito internacional, para lograr un volumen de investigación competitiva capaz de traducirse en una capitalización de conocimientos relevante para la economía de un país.

Por el contrario, una estrategia tutelada por las administraciones –contraria a la cultura universitaria– puede conducir a metodologías innecesariamente complejas y desorientadas sobre las posibilidades reales que emanan de las propias universidades.

Los responsables de las políticas actuales deberían ser conscientes de que lo que caracteriza la revolución tecnológica actual no es la centralidad de conocimiento e información sino la aplicación de dicho conocimiento e información en círculos de generación del conocimiento y de procesamiento o difusión de la información, en un círculo acumulativo de feedback entre la innovación y los usos de la innovación.

En un contexto más global (organismos supranacionales), también son necesarias políticas internacionales activas. Conocimiento, libertad y desarrollo (“knowledge as freedom and development as freedom”) parecen en este campo cuestiones relevantes.

La era de internet ha cambiado muchas cosas y paralelamente ha levantado otras tantas resistencias. Los gobiernos deberían impulsar acuerdos internacionales que propiciaran avances de futuro. Cito algunos campos, en mi opinión imprescindibles:

• Acceso abierto a la información y el conocimiento. Tomando como referencia la revolución del open source & open access (ya mencionada).
• Libertad y apertura de la ciencia “pública” (una intelectualidad socializada);
• Plantear un concepto de conocimiento abierto para el desarrollo global y la consolidación de las libertades.
• Fomento de recursos gratuitos cruciales para la innovación y la creatividad dentro del concepto de la moderna economía del conocimiento (“el conocimiento que se comparte, mejora y crece”).


VI. CONOCIMIENTO Y GLOBALIZACIÓN: BUENAS PRÁCTICAS EN LA ERA DE INTERNET

La sociedad del conocimiento exige observadores capaces de identificar oportunidades en función de sensibilidades, conocimientos, escenarios y contextos muy diversos. De ahí que la gestión centralizada esté abocada muchas veces al fracaso. Internet se ha convertido en una ventana capaz de transmitirnos una información casi infinita. Identificar y seleccionar información de buenas prácticas relevantes es clave para alcanzar competitividad en la era de la globalización. Es imprescindible cultivar la observación inteligente.

El presente apartado forma parte de un ejercicio práctico que realizo anualmente con mis alumnos de economía de la globalización. Se trata de identificar y evaluar ideas, proyectos, tendencias e innovaciones importantes para temas específicos previamente seleccionados. En este caso trato de recoger una muestra casi al azar de cambios relevantes, oportunidades, buenas prácticas, que tienen lugar en distintas partes del mundo relacionados con algunos de los temas aquí tratados.

Como veremos, se trata de temas no recogidos generalmente en las agendas de los gobiernos, ni frecuentes en los estudios e investigaciones de los analistas en estas materias. Me referiré a algunas enseñanzas que se derivan en materia de comunicación e incentivos. Y adicionalmente a prácticas puntuales de gran valor que surgen de las instituciones universitarias. Naveguemos…


1. Crear en la sociedad de en un país la cultura del valor del conocimiento y la atracción y el desarrollo de talento.

¿Es importante crear una cultura y difusión social entorno al conocimiento y al talento? ¿Qué papel pueden desempeñar los medios de comunicación social de un país en la creación de la mencionada cultura?

Algunas de las universidades estadounidenses de prestigio mundial están destinando una relevante cantidad de recursos a estimular las vocaciones en ciencia y tecnología, y más específicamente, a orientar talento en la educación secundaria hacia campos como el de la nanotecnología. Para esto, por ejemplo, redefinen con recursos audiovisuales muy atractivos la enseñanza del átomo y de las estructuras moleculares en un mundo a nanoescala. El objetivo es motivar y propiciar la captación de la atención de brillantes estudiantes, potenciales especialistas en un futuro próximo, para orientarlos vocacionalmente hacia la ciencia y más concretamente despertar su interés por la nanotecnología. Estas iniciativas, muchas veces van acompañadas de becas, ayudas y facilidades a estudiantes de todo el mundo que presenten capacidades de talento excepcionales. Algunos países emergentes como China e India han tomado conciencia de la importancia de este tipo de políticas, apostando fuertemente por la retención y recuperación de talentos.

El anuncio de más abajo difunde la aplicación de fondos para captar talentos en algunas universidades estadounidenses (Harvard, Yale…).

Más abajo se recoge una portada de The New York Times que es frecuente ver en otros diarios norteamericanos para esta misma temática. Desplazando cualquier tipo de noticia política, económica, el NYT dedica su mejor espacio a Terence Tao un matemático que a los 7 años ya cursaba estudios de secundaria en matemática y a los 31 es uno de los matemáticos más reputados del mundo, ampliando detalles sobre su trayectoria y la relevancia de su trabajo profesional.

¿En que medida los medios de comunicación de un país (televisiones, periódicos, etc.) pueden desorientar el reconocimiento y estímulo social al talento?

¿Por qué hay países en los que la imagen científica o universitaria está bastante devaluada en términos comparativos y más allá de lo que marcan ciertos indicadores objetivos? ¿Hay un margen dentro de las libertades de información para inducir políticas que reflejen las prioridades, retos y reconocimientos sociales de un país para construir un futuro más sólido, garantizar su crecimiento y la generación de empleos cualificados?

Quizás el titular de NYT contesta a algunas preguntas del tipo que acabamos de formular. Las ventajas de este tipo de difusión van más allá de la orientación vocacional y el mero reconocimiento social del talento. Este tipo de prácticas pueden traducirse en la generación de fondos relevantes procedentes del sector privado. Este tema clave es precisamente uno de los factores que explican la gran diferencia entre las inversiones en I+D+i entre los Estados Unidos y Europa es el montante de inversión privada. En Europa, en términos globales, es exigua en comparación con la que emana en el ámbito de las empresas y las universidades estadounidenses.

Reino Unido, consciente de la debilidad de la inversión privada, llevo a cabo una propuesta inteligente a principios de 2007, que recoge este anuncio recogido por The Observer:

El gobierno británico consciente de la desventaja comparativa de Oxford, Cambridge, presenta un nuevo plan por el que por cada 2£ que las entidades privadas donen a las universidades británicas, el Gobierno aportará 1£ más, hasta un máximo de 2 millones de libras.

Es evidente que el desarrollo de la sociedad del conocimiento exige dosis de complicidad social como las referidas arriba. La inversión privada en I+D+i , la orientación vocacional de los mejores talentos, el reconocimiento y el prestigio social de los profesionales de la educación, la ciencia, la tecnología… todo esto es muy valioso para dejarlo al azar o a la mera improvisación. Aspirar a ser relevantes internacionalmente en la sociedad del conocimiento exige estrategias y políticas activas en estos temas.


2. Iniciativas y buenas practicas en instituciones universitarias

En el ámbito de la autonomía universitaria es muy notable la cantidad de iniciativas que las instituciones de educación superior llevan a cabo en nuestros días. Cuesta trabajo ser selectivo. Aquí las pregunta es ¿se aprovecha adecuadamente todo un conjunto de propuestas, ideas, proyectos, políticas universitarias observadas internacionalmente?
Recojo a modo de ejemplo cuatro sencillos casos:

A) Títulos universitarios competitivos. Para muchos analistas el debate sobre la homologación de títulos europeos y las reformas que se acometen actualmente queda corto en relación con las necesidades derivadas de las exigencias de la globalización para las empresas y sus demandas laborales. Sin embargo, bastantes universidades, más allá de reformas tipo Bolonia, se están haciendo eco de estas necesidades. Más abajo se recoge el caso de la Innovation University.

Se trata de una iniciativa de fusión de tres centros universitarios (con rango de universidades) especializados en economía, arte y diseño, y tecnología. El objetivo es ofertar unos currículos extraordinariamente competitivos y únicos en el ámbito europeo y convertirse en un líder mundial en este tipo de nuevas disciplinas, con una demanda potencial muy fuerte en los próximos diez años.

Pasemos al diseño del aula del futuro en el MIT y algunas de sus connotaciones. Superado el dilema entre la clase presencial y la clase virtual, el plano del aula recogida más abajo bien podría ser una buena síntesis:


Se trataría de un modelo de clase que contempla el trabajo en equipo, al tiempo que integra, a nivel de grupos pequeños, las nuevas tecnologías. El estatus del profesor y su papel en el aula ha cambiado considerablemente. El concepto de grupo, trabajo en equipo, coordinación, empleo de nuevas tecnologías… Estos factores en esta aula parecen asemejarse más a la estructura y metodología de trabajo en una empresa.

B) La oferta y demanda de investigación e internet. Universia, una red de más de 1.100 universidades socias en doce países de habla hispana y portuguesa, impulsa Innoversia, una plataforma en internet que difunde y da cobertura de servicios a una demanda y oferta internacional de tecnología e investigación aplicada. Los investigadores y las empresas de todo el mundo publican sus ofertas y demandas en una base de datos llamada a constituir una fuente de transferencia de tecnología relevante para el futuro y acreedora de ayudas e incentivos oficiales en los diferentes países.

Tradicionalmente la transferencia de tecnología entre universidades y empresas se ha visto limitada por restricciones geográficas derivadas de la no confluencia entre las necesidades específicas de un tejido económico local y las ofertas y respuestas de las universidades de su entorno. Innoversia, a través de internet, globaliza la oferta y la demanda haciendo posible acercar las necesidades de innovación tecnológica de las empresas con las capacidades y ofertas de los investigadores y científicos de más de 1.100 universidades de catorce países.


D) OpenCourseWare: una nueva filosofía educativa: los recursos docentes en abierto. El MIT planteó un proyecto pionero a principios de esta década cuyo objetivo esencial era volcar en un sistema abierto a través de internet todos los recursos docentes de sus profesores. El proyecto abarcaba todas las asignaturas cursadas en las titulaciones de esta prestigiosa universidad. Hoy en día esta iniciativa del MIT se ha convertido en un movimiento mundial: el OCW Consortium, una de las experiencias llamadas a ser revolucionarias para la calidad de la enseñanza universitaria y para la globalización del conocimiento.


Casi con toda seguridad, a la hora de incrementar la calidad docente universitaria, iniciativas como las del OCW quizás llegaran más lejos, con el apoyo de su difusión en un medio como internet, que la maraña de regulaciones burocráticas gubernamentales y universitarias existentes sobre esta cuestión.


E) Para finalizar

En resumen, esta ínfima muestra de iniciativas nos muestra que algunos proyectos de reforma o de políticas activas oficiales en estas materias pueden verse sobrepasados por la velocidad de los cambios y la capacidad de instrumentar nuevos proyectos e iniciativas en todo el mundo y en un marco amplia movilidad propiciado por la globalización.

Aparte de la aplicación de recursos financieros destinados a favorecer líneas anteriormente expuestas (calidad de la educación, atracción de talento, desarrollo de sectores estratégicos de futuro, investigación competitiva y socialmente productiva, etc.) hay también otras cuestiones que se erigen como fundamentales y que proceden de un mundo cambiante, innovador y con una capacidad creativa derivada de la difusión masiva de información a través de internet.

Quizás de todo esto se deduce que un aspecto importantísimo para un país es crear una cultura proclive al cambio y al valor de la sociedad del conocimiento en el marco de las exigencias de la globalización, así como un modelo descentralizado en la toma de decisiones, la incorporación de innovaciones dentro de ambiciosos objetivos generales y una política de incentivos y desincentivos a los agentes económicos (empresas, universidades, gobiernos regionales y locales, etc.).

Con todo lo dicho, estar entre los países más avanzados exige plantearse un cierto liderazgo, estableciendo objetivos ambiciosos y unas vías de exploración de las mejores practicas de los competidores. En suma, una menor dependencia de terceros, aunque manteniendo una observación inteligente. Pero el problema de nuestro país, al igual que de otros países europeos, es que todavía quedan asignaturas pendientes y notables debilidades que nos separan de lo que podríamos denominar un “umbral de rentabilidad” para la instrumentación de políticas activas propias a favor de la sociedad del conocimiento. De esta forma, mientras que no resolvamos las cuestiones más elementales, haremos bien estando pendientes de las buenas prácticas de terceros.

Andrés Pedreño Muñoz

Globalización y sociedad del conocimiento
Este es un borrador-resumen del articulo publicado en el libro "Globalización en el siglo XXI: retos y dilemas". Para su versión íntegra consultar el citado libro.

No hay comentarios: